El gótico barcelonés es una maravilla para los sentidos. Los restaurantes de moda coexisten con aquellos de siempre, que están allí al paso del tiempo, de años, de décadas y de tendencias.
Els 4Gats figura en todas las guías de Barcelona, pues es un clásico que no necesita presentación, pero lo he escogido en mi blog por su historia y cocina, catalana, de calidad, y no por ello de precio elevado como algunos se imaginan. Estuve allí hace bien poco haciendo un reportaje como periodista freelance en uno de los medios en los que suelo colaborar. Me impresionó el escenario (y a quién no!), de pura arquitectura modernista, un hecho en sí suficiente para ir a comer, pero hay más, pues es el lugar donde Picasso realizó su primera exposición.
Entre lo artístico y bohemio
Todo sabe a arte, desde la carta, con pintura exclusiva de Picasso para el restaurante, a los conciertos de piano que se pueden escuchar por la noche. Retrocediendo al pasado, nos centramos en su año de apertura, 1897, cuando el promotor cultural Pere Romeu quiso crear en la Ciudad Condal un café-tertulia parecido a los parisinos, con el objetivos de reunir a intelectuales y artistas de la época para charlar de arte. Y consiguió que allí acudieran desde Casas a Rusiñol, y luego le siguieron el músico Isaac Albéniz y hasta Gaudí.
Ello lo explica su actual propietario, Josep María Ferré, que esconde mil anécdotas dels 4Gats. “Cuando se abrió el local un joven Picasso de 17 años, tuvo que hacerse un traje a medida a cambio de la realización de un retrato con el sastre para poder entrar”. Ferré reconoce que el local no siempre ha conocido las mieles del éxito, pues, aunque durante los primeros años alimentó el espíritu de artistas, “quizás el ambiente bohemio no era el propicio para dar con una sólida estructura comercial y Romeu cerró en 1903”, explica. Luego en los 70 volvió a abrirse hasta que Josep María cogió las riendas en 1989, y “gracias a momentos puntuales como los JJOO, con el impulso de los alcaldes del momento y a la realización de exposiciones”, comenta, se convirtió en la referencia actual.
Una vez sabes su historia, volver al presente cuesta un poco. Cuadros de pintores, libros de la época, fotografías de aquellos que vienen al restaurante… recorren el local y piensas que eres una afortunada por comer en el espacio donde los artistas vivieron tantas experiencias.
La carta
Su carta está cuidada. Piensan en aportar productos de la cocina catalana de siempre pero con algunos toques modernos e internacionales, pues la renovación es también algo presente en els 4Gats. Oscar, director del local, sabe bien qué debe recomendar, por lo que trae unos huevos estrellados con gulas, patatas confitadas y gambas rojas; sus bravas, aceptables, pero quizás innecesarias en un local como este; y el pulpo salteado con patatas a la sal, excelente. La gran parte de estos platos tienen un precio medio de unos 10 euros cada uno.
Huevos estrellados con gulas, patatas confitadas y gambas rojas
Pulpo salteado con patatas a la sal
Otros platos son el magret de pato escalopado al agridulce de arándanos negros y cremoso de calabaza, acertado, en su punto y servido en uno de estos platos modernos que rompen con la estética del local. Y como pescado, no podía falta el lomo de bacalao gratinado al all i oli, un plato presente en la gastronomía catalana. Si se elige la carta, el precio sube, pero, a mediodía (de lunes a sábado), uno puede comer un menú con algunos de los platos indicados anteriormente, más postre y bebida por 17 euros. Un precio más que asequible, teniendo en cuenta su importancia. Su propietario comenta que “los canalones (otro día los probaré), y la crema catalana son platos que se han mantenido en la carta desde los años 80”. Si bien en el menú del día el postre indicado fue la textura de chocolate, para mí, amante del cacao, perfecta, servida en vasito no demasiado grande.
Magret de pato escalopado al agridulce de arándanos negros y cremoso de calabaza
Els 4Gats cuenta con dos salones, casi siempre llenos durante las comidas (eso es lo malo, tener que esperar o pedir antelación para reservar) igual que su agitada vida, con muchas entradas y salidas de turistas intermitentemente, hecho que lo puede hacer algo ruidoso. Lo mejor de todo está en el altillo, con mesas, que, si bien son algo pequeñas, permiten divisar todo el comedor y ofrecen algo más de intimidad.
Imágenes: Guillermo Pérez